viernes, 25 de enero de 2008

En la Biblioteca de la Facu

Lo que a continuación vais a leer, espero que ávidamente, ocurrió en el verano de 2003, durante mi penúltimo curso de carrera.

Era un caluroso día de agosto en el campus universitario de Almería, simpática ciudad del sureste español, en la cual resido actualmente. Me habían quedado para septiembre Derecho Financiero II y Derecho Procesal I, dos auténticos ladrillos, y todas las mañanas acudía a la biblioteca de la facultad para estudiar, sobre todo porque allí había aire acondicionado, lo cual ayuda bastante a la hora de concentrarse en el estudio en esas agobiantes fechas. Pero ese no era el único motivo.

En verdad he de confesar que la causa principal era una chica, dos cursos por debajo del mío, que también acudía allí para estudiar y a la cual ya le había echado el ojo desde hacía un tiempo. No sabía aún cómo se llamaba, pero me prometí a mí mismo que antes de que acabara agosto la conocería. Y, para mi dicha, eso ocurrió mucho antes de lo que yo esperaba… Era una hembra poderosa. No era muy alta, 1,65, cabello liso castaño que le llegaba por la cintura, ojos miel achinados, finos labios, tez clara y suave, grandes pechos (una 90 diría yo) y un prominente y duro trasero respingón. Total, un bombazo de tía. Los fines de semana trabajaba como azafata de J&B en pubs y discotecas. Era todo un espectáculo verla vestida con el traje perfectamente ajustado a su tremendo cuerpo, resaltando aún más sus deliciosas curvas.

Ese día iba acompañada por otra chica, a la cual nunca había visto antes. Parecían muy amigas. Estaban sentadas justo enfrente de mí. Mª Mar tenía recogido el pelo en un moño hecho con un bolígrafo bic. “Un intelectual moño”, pensé. Ese día iba espectacularmente vestida, como casi siempre. Llevaba un body blanco ajustado, a través del cual se podía divisar un sujetador oscuro que sostenía sus enormes y bien contorneados senos, unos vaqueros bien apretados, marcando culo y unos bonitos zapatos de tacón. Podía oler su embriagador perfume, creo que era Millenia. Era demasiado, estaba poniéndome muy malito esa mañana… La otra chica que la acompañaba tampoco estaba nada mal, pero mi atención estaba centrada al 200% en M. Mar. No podía evitarlo, me atraía como a un imán y me excitaba muchísimo.

Serían las 11.15 am más o menos cuando me levanté y salí fuera para fumarme un cigarrillo y liberar tensiones, tanto intelectuales como eróticas. Me percaté que, al levantarme, las 2 se miraron y la amiga le dijo algo al oído mientras me miraban y sonreían. Eso me gustó. Me senté en uno de los bancos del hall de entrada mientras le daba pausadas y hondas caladas al cigarrillo. Lo apuré hasta el final. En esto, ambas salieron de la sala de estudio y se sentaron en un banco que había frente al mío. Comenzaron a mirarme y a hablar entre ellas. Soltaban adolescentes risitas de vez en cuando. De repente, vi que Mª Mar me hacía una señal con la mano. Yo miré alrededor, entre confundido y asombrado de que me estuviera señalando; pero no había nadie. Era claro que se dirigía a mí. Se lo pregunté “¿Es a mí?” y asintió con la cabeza mientras sonreía. Hizo un ademán con su mano para que fuera a sentarme a su lado. Estaba muy nervioso. Pero no lo pensé ni un segundo más, me levanté y me dirigí hacia ellas.

Me senté a su lado. “¡Hola!, ¿qué tal, descansando?” les pregunté; ellas se rieron y me contestaron que si. La chica me preguntó cuál era mi nombre. “Me llamo Juanma, ¿y vosotras?”; me contestaron. La amiga se llamaba Yolanda, Yoli para los amigos/a. Era una chica alta, 1,75 más o menos, cabello rizado castaño, ojos castaños, labios gruesos, apetecibles y sugerentes, dispuestos siempre a chupar buenas vergas. Me preguntaron si yo hacía también Derecho y en qué curso estaba. Les contesté que 4º. Ellas hacían 2º y les había quedado el Penal de 2º para septiembre. M. Mar me preguntó c


Cómo me fue a mí con el Penal. Le dije que muy bien, tanto el de 2º como el de 3º los aprobé a la primera, en la convocatoria de Junio. Me preguntaron que si les podía ayudar, porque a ellas no les gustaba esa asignatura y M. Mar me pidió el teléfono. Con un rápido movimiento cogió el bolígrafo que sostenía el moño y se desmelenó. Sacó un papelito y yo le disparé mi móvil. Parecía como si lo hubiesen planeado todo.

Empecé a sospechar que cabía la posibilidad de que yo le atrajera un poco, cosa que nunca me lo había planteado pues nunca me percaté de que se fijara en mí, lo cual me sorprendió gratamente. Después de esa charla volvimos a la sala y pasamos el resto de la mañana estudiando. De vez en cuando ellas me preguntaban algo o me comentaban alguna tontería. Era genial, ya habíamos entablado conversación. El primer paso estaba dado. La tarde de ese día la pasé en casa, estudiando mucho más concentrado y masturbándome pensando en cómo M. Mar era follada por un semental negro de enorme tranca. Esa noche casi no pude dormir pensando en la mañana siguiente. Era como si presintiese que algo muy bueno, fabuloso, me iba a suceder… A la mañana siguiente, sábado, llegué muy temprano a la biblioteca de la universidad. Ella aún no había llegado. Me senté y coloqué mis cosas y me dispuse a estudiar.

A la media hora escuché el sonido de unos tacones que atravesaban la sala y el suave olor a perfume, inconfundible, me anunció su llegada. Esta vez venía sola e insultantemente vestida, lo que produjo una oleada de murmullos varoniles. Era normal. La chica se había pasado esta vez. Venía con una blusita de rayas azules y blancas, pegada al cuerpo, resaltando sus pechos y una minifalda blanca, tan inmaculada que al trasluz se podía ver su tanga de color rosa y que permitían admirar sus macizos muslos. “¡Hoy va a arrasar!”, pensé, “demasiado provocativa, van a empezar a revolotearle hambrientos buitres”. Se sentó frente a mí y me saludó. Yo le correspondí en el saludo. Ella sacó sus libros y apuntes, el Código Penal y comenzó a estudiar. De vez en cuando cruzábamos miradas. Recuerdo que en una de ellas me guiñó un ojo. Yo me sonrojé. Después de un buen rato estudiando ella me propuso ir a tomar algo a la cafetería.

Salimos y en el camino charlamos un poco sobre las asignaturas. Antes de entrar en la cafetería M. Mar me dijo que tenía que ir al baño, que no podía aguantar más. Me preguntó que si quería acompañarla. Los baños estaban en el piso de arriba, justo encima de la cafetería. En ese instante mi corazón se aceleró de 0 a 1000 p/h. Casi impulsivamente, sin pensar, le dije que sí, que la acompañaba. Era la respuesta que estaba esperando, porque me sonrió, me cogió de la mano y subimos las escaleras.

Nos dirigimos a los aseos de chicas. El pasillo donde se encontraban estaba vacío. Era algo normal en pleno agosto y además en sábado. El campus se queda semi desierto. Mejor para nosotros, pensé. Nos metimos en los baños y M. Mar cerró la puerta con cerrojo. Se dio la vuelta y nos quedamos uno frente al otro, mirándonos, ella sonreía picaronamente, sin parar. El calor incitaba al deseo, al pecado. De repente, comenzó a dar vueltas alrededor mío y a decir que yo no estaba nada mal, que tenía un buen polvo.

Se quedó detrás de mí y empezó a tocarme el culo con suavidad al principio, luego fuertemente y con deseo. Sus manos recorrían mi velludo pecho, mi torso, bajaban lentamente hasta llegar a mi paquete del cual sobresalía ya un duro bulto. Al llegar ahí ella soltó un gritito de satisfacción. ¿Pero qué maravilla es esta?... mmm, ¡qué bueno!, dijo. Yo ya no pude aguantar más y me volví. Miré en la profundidad de sus ojos y pude adivinar la lascivia que de ellos se desprendía, la lujuria a la que invitaban.

Así que la agarré por el culo, levantándole la minifalda y empecé a besarla salvajemente, metiéndole la lengua hasta el fondo, hasta la campanilla casi. Bajé como un loco hasta sus senos, desabroché su camisa rompiéndole los botones. No llevaba sujetador y sus tetas se mostraron ante mí en todo su esplendor. Maravillosas, bien contorneadas, sus pezones estaban tiesos, turgentes. Empecé a chuparlos y morderlos. Ella se retorcía de gusto. Le dije que me chupara la polla. Ella accedió sumisamente, sin rechistar. Además, lo estaba deseando.

Desabrochó mis vaqueros y bajó mis calzoncillos burdeos. Mi gran verga pétrea salió disparada de su prisión hacia su boca, la cual engulló entera. ¡Era delicioso! M. Mar era divina, la chupaba con gran maestría; parecía tener mucha experiencia a pesar de contar apenas con 20 añitos recién cumplidos. Adelante y atrás, sin parar, adentro y afuera, lamía en círculo mi capullo, el glande, me agarraba fuertemente los huevos y también los chupaba cual loba hambrienta. Era una zorra y eso me encantaba y al parecer a ella también.

Yo la agarraba del pelo y dirigía su cabeza hacia delante y hacia atrás, a un ritmo uniformemente acelerado, frenético. Me dijo que hacía tiempo que estaba deseando tener mi tranca en su boca y que estaba muy mojada porque por fin lo había logrado. Yo le contesté que también yo tenía ganas de follarla como iba a empezar a hacer en ese preciso instante. La levanté y la puse de espaldas hacia mí, ella apoyada en los lavabos y de cara al espejo. Le quité por completo la minifalda blanca y aparté un poco el tanguita rosa que llevaba y la embestí sin piedad por su magnífico conejito rasurado.

Su coño estaba muy caliente y goteaba de necesidad. Recibió mi aparato con gran satisfacción y gozo. Y empecé a montarla como un potro desbocado, sin parar. La follaba con tal deseo que creo que a veces le hacía culo, insinuándoseme descaradamente, que parecía querer decir “¡Fóllame papi, sin parar!”. Así que me dispuse a ello sin pensármelo más veces e introduje mi roja verga en su culo, bien lubrificado. Al principio con cuidado, pero cuando todo él estaba ya dentro empecé a darle caña. Al principio gritaba un poco, pero luego se abandonó al placer, al goce del roce. ¡Ooh, qué bueno! Era un deleite, placer de dioses. Sentir cómo mis muslos chocaban contra sus nalgas. Era una sensación deliciosa. Ella se tocaba el coño por debajo con la mano derecha e introducía sus dedos, desde la uña esmaltada roja carmín hasta la última falange.

Yo ya no podía más y le dije que me iba a correr. Se dio la vuelta y se metió mi roca en su garganta y allí descargué todo mi esperma, toda mi leche condensada, que se empezó a desparramar por sus labios, por su boca, por su barbilla, cayendo gotas en sus pechos. “¡Ahí tienes, zorra, toda para ti, chupa hasta la última gota, ordéñame sin reparos, vamos!”. ¡Oohh, qué bueno, qué corrida! Fue inolvidable. La sensación de relax fue indescriptible. Mientras nos arreglábamos alguien intentó entrar. Nos miramos sobresaltados. Cuando estuvimos listos abrimos la puerta. Era una chica que quería entrar. Nos miró sorprendida y nosotros le sonreímos.

Luego, mientras bajábamos las escaleras, soltamos un par de carcajadas. Le pregunté a M. Mar si quería tomar algo para desayunar. Me dijo que no porque acababa de desayunar leche de calidad y me guiñó un ojo. Ese comentario hizo que mi autoestima se elevase considerablemente, por las nubes, como suele decirse. Yo sí fui a la cafetería a tomar algo y a recrearme en esos increíbles momentos, casi sacados de la mejor película porno, pero reales, muy reales, académicamente reales, como la vida misma…

Autor: Jmfs

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